Foto: Yolanda Bilbao

martes, 28 de abril de 2009

javier hernandez landazabal, pintor



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Sus telas son telones. Y Javier ejerce de escenógrafo. Su pincel hace cosquillas a cuerpos y objetos. Hasta que cuentan su historia. Hernández Landazabal se deja las pestañas para ver más allá de la realidad. Para capt(ur)ar cuadros que se leen entre líneas. Relatos que se cabalgan a caballete

Foto: jaizki fontaneda
Entrevista:david mangana



Empezó con ilustración y cómic...
Como todo el mundo, sin saber por dónde vas a dirigirte, tanteando. Intentas hacer todo lo que te sale, salteas un poco de cómic, un poco de ilustración, pintura, escultura...

¿Qué le gustaba más?
Cualquier cosa que se hiciera con las manos, eso tan despreciado hoy en día que es el oficio me ha gustado siempre. Como no tenía claro el lado intelectual del arte, me interesaba la destreza manual, pillar oficio, conocer materiales...

¿Entra pronto en el ambiente creativo de la ciudad?
Poca gente tiene claro lo que quiere. Claro en cuanto a concreto. Claro lo tienes, pero difuso. Sí tenía claro lo que no quería ser. Y una vez reducido el abanico, me quedaban las cosas que se hacen con las manos. Y un poco con la cabeza, porque sólo con las manos acabas artesano. Hice Bellas Artes por libre y eso me dio pie a que, por un lado, aprendí bastante menos, sobre todo a nivel teórico. Pero, por otro lado, estuve menos mediatizado. El arte contemporáneo entraba fuerte en la facultad, y a mucha gente le cambiaba el rumbo. Entraban dibujando maravillosamente y salían haciendo collage.

¿Un lavado de cerebro?
Una vuelta atrás. Me libré de eso, no sé si para bien o para mal, pero me libré. Tuve que buscarme un poco más la vida, frecuentaba el estudio de un pintor donde ejercitaba los pinceles, un poco autodidacta, aunque luego tuviera un examen. Me apunté a la Escuela de Arte. Todo me fue llevando a un momento de indefinición. No sabía si quería ser pintor, escultor...

Y llegó el cómic...
A todos los chavales que se dedican a esto del arte, tarde o temprano, les gusta contar historias. Y esto te lleva a tantear viñetas, ilustraciones. Cuando acaba la carrera y hay que empezar a sobrevivir, una alternativa era empezar a colaborar en fanzines. Y, a nivel de ingresos, hacer ilustraciones para alguna agencia de publicidad, libros, calendarios...

¿Le dio a esto bastante tiempo?
Lo suficiente para publicar algunas historietas, algún álbum. Pero ya tenía claro que quería ser pintor. Cuando publico El detective se empieza a apuntar la cosa. Conseguí aglutinar las dos cosas, convertir cuadros en viñetas. Altarriba supo hacer un cómic al revés, a partir de las viñetas. Vi que la pintura servía para contar historias, que era tan narrativa como un cómic.

El descubrimiento sería un alivio...
Sí. Me dije 'hay que centrarse'. Y hoy -hace un tiempo- es el día en que me siento sólo pintor, pintor sobre todas las demás cosas. Lo que no quiere decir que, en un momento dado, te sale un encargo de un logotipo o un trofeo y lo haces porque te parece curioso. Está todo imbricado, no sólo entre las artes plásticas, sino entre todas las artes.

Es la expresión...
Y cada una se desarrolla de una manera... o de otra.
Lo que está claro es que ha logrado un sello propio...
No he aspirado nunca a un sello. No lo sé. Dicen que sí. No es algo que me preocupe. Me planteo cada cuadro como una situación nueva, a ver cómo se resuelve...

...como un viaje...
Sí, vale, eso suena bonito (risas). Como un viaje nuevo. Aparentemente, olvido el resto de cuadros, pero luego parece que son piezas de un rompecabezas más amplio.

En sus lienzos, cuenta historias a la manera clásica, como, por ejemplo, El Bosco...
El Bosco contaba miles de historias, yo me conformo con una. Y contento si al final es medianamente comprensible. La pintura realista, en teoría, se podría salvar sólo con estar bien pintada. Por la belleza, por la perfección técnica. Pero, ¿por qué no vamos a meterle un grado más, aprovechar para contar algo?

Cuando escoge un motivo tendrá que estar muy seguro. No va a estar tres meses pintando para darse cuenta de que no ha elegido bien...
Eso es lo peor. Sobre todo si son cuadros grandes. Previamente, como esa tontería de los publicitarios americanos, tienes la tormenta de ideas. Te sueltas las chorradas a ti mismo, y algunas las aceptas. Hay una lucha y llega un momento en que no sabes si has elegido bien. Cuando estás acabando te viene una especie de bajón. Porque son, sin ánimo de exagerar, cuadros-novela. O, por lo menos, cuadros-novela corta. Te metes en una movida de meses. No es como una acuarela. Sale mal, pues mañana será otro día. La inseguridad llega a medio camino, cuando el cuadro se empieza a aproximar a lo que tenías en la cabeza al principio. Se aproxima, pero igual no te gusta tanto. Te gustaba más cuando no lo veías, cuando sólo lo imaginabas. ¿Qué haces? Normalmente para adelante, que pase lo que pase.

Cuando acaba estará satisfecho...
¡Qué va! Tampoco quiero pecar ahora de falsa modestia, pero el día que esté satisfecho del todo dejo de pintar, porque los cuadros siempre te aportan una pequeña insatisfacción que te lleva a intentarlo en el siguiente. El día en que hayas logrado, utópicamente, la obra de tu vida, lo mejor es dejarlo, porque la siguiente va a ser peor.

No acepta la etiqueta de pintor hiperrealista...
El término hiperrealismo está devaluado. Históricamente es lo que es, un período en el pop americano que nació como contraposición al expresionismo abstracto. Cuando la pintura se había desmadrado de tal forma que se ponían cuadros en el suelo y se salpicaba pintura dijeron 'hasta aquí hemos llegado'. ¿Tú haces abstracto? Pues nosotros realismo. Pero un realismo con métodos nuevos -proyectores, máquinas de fotos...- con lo cual conseguían un detalle mayor. De ahí el nombre. La palabra ha tenido un corrimiento y hoy día se llama hiperrealismo a cualquier tipo de pintura con perfiles más nítidos y juegos de sombras más bruscos. ¿Hiperrealismo? No. Es realismo con más tiempo, más parecido a la realidad. Hoy día no se hace hiperrealismo, entre otras cosas, porque los hiperrealistas eran ilustradores. La pintura está más conectada con la sucesión, con la intervención de la capa de abajo con la de arriba, que consigue un efecto cromático que no conseguiría un color al lado de otro.

Se asemeja a una piel...
Eso en el hiperrealismo norteamericano era impensable. Se dedicaban a hacer un buen dibujo y a colorearlo. Sombra, luz, sombra, luz. Y ahí está la chica. El coche. Sobre todo pintaban coches, porque los faros y esos elementos, les daban juego para hacer virguerías.

¿Cuáles son sus pintores básicos?
Me gusta el Barroco. Y el XIX. No le hago ascos al XX. Las vanguardias históricas tienen su punto, pero creo que ahí empieza a degenerar el panorama. Degenera del todo cuando se meten los americanos por medio. La CIA subvencionaba revistas abstractas para fabricar un arte símbolo de libertad, de una América libre, en contraposición a la figuración soviética.

La guerra fría pictórica...
Hubo mogollón de revistas subvencionadas. Como ahora, que se subvenciona un tipo de arte y no otro, pero a lo bestia. ¿La CIA usaba criterios artísticos -y quien habla de la CIA, habla de cualquier otro poder-...? No hay cosa más vanidosa que un artista. Basta que digan 'te vamos a hacer un artículo chachi piruli, pero tienes que hacer este tipo de arte porque al jefe de fotografía no le gusta el otro'. Salvo que tengas muy claro lo que quieres y digas 'me la suda'... Es fácil dirigir a un artista. Saliéndonos del terreno, se empieza a ver ahora que en una exposición tiene más fuerza un comisario de arte que un artista. Llevas el proyecto y, como el tópico de las editoriales: 'La novela no está mal, pero con una escenita de sexo, chachi piruli; y al final no lo mates, que la gente se tiene que quedar contenta para comprar otro libro'. El comisario es una figura surgida no sé de dónde. Antes también había un cierto dirigismo -no diría manipulación, que es una palabra muy fuerte-. Lo llevaban las galerías más potentes, pero de repente ha surgido esta persona...

En una estructura económica, siempre proliferan los intermediarios...
Y es el que se lleva la pasta. Hace poco, en una exposición colectiva, nos dimos por pagados con salir en el catálogo. Pero el comisario cobró. Y bastante bien. Además de dirigir por dónde van los tiros, muchas veces es el único que rentabiliza. Las instituciones tienen un presupuesto para cultura. Tienen que gastarlo como sea. 'Yo junto tantos artistas, con este motivo y, por haceros esas gestiones, cobro tanto'. Es una figura mercantilista, artificial. Y se echa el pegote de que, de alguna manera, te está promocionando.

Las instituciones necesitan una base conceptual que acredite que no se equivocan. Como un notario.
'La obra de arte es la propia exposición, yo os aglutino'. Como el tipo que coge canciones de varios grupos y las mezcla. Es 'su disco'. Algunos comisarios creen que la muestra es suya. Eres un elemento más.

¿Cómo un entrenador de fútbol...?
...En un equipo en el que los futbolistas no cobraran. Parecería tremendo, pero en arte pasa y lo asumimos. Se da por hecho. Te conformas con la promoción, que está muy bien, pero... Al final nos da vergüenza decir estas cosas. Hoy día, en muchas ocasiones, en una exposición cobra la señora de la limpieza, el que cuida la sala, el comisario... Todos menos el que expone.

¿Cómo canaliza su trabajo?
Quiero gestionar mi obra. Trabajar con galerías es cómodo, pero a veces pierdes el control de la obra. Hay dueños de mis cuadros de los que no sé el nombre. No sé dónde están.

¿Ha encontrado algún cuadro suyo en un lugar inesperado?
El otro día me enteré de que un cuadro que supuestamente estaba en Artium está colgado en Juntas Generales. Lo curioso es que tengo que dar una charla en Artium sobre ese cuadro. Tendré que dar una charla sobre el cuadro inexistente.

'La charla del cuadro inexistente'. Eso ya es una anécdota...
Sí, por lo menos los cinco primeros minutos los tengo arreglados. Ya desde ahí tanteo un poco a la gente, ruegos y preguntas y ya está (risas).

Hace mucho que no se ve una exposición suya en Vitoria...
Hace bastante. Monográfica, desde el año 2000, que hice una en Montehermoso con obra de diez años.

Han pasado otros diez.¿Piensa en montar alguna?
Suelo pensar, sobre todo, en lo rápido que pasa el tiempo. De los cuarenta ahora ha ido todo muy rápido..., pero esa no era la pregunta. Hace dos años o tres se vieron un par de obras mías, pero una individual en Vitoria no he hecho. Ni fuera. Es pintura muy lenta de hacer.

De hecho, tiene cinco series. ¿No le gustaría mostrar alguna?
Con la galería con la que he estado trabajando me daba el gustazo de hacer cuadros de formato medio o grande. Ahora que voy a trabajar solo me voy a dar el capricho de juntar obra en formato más pequeño. El grande tiene mucho desgaste.

¿Desgaste físico?
Y mental. Un cuadro tiene altibajos, dudas. Físico, pero sobre todo psíquico. Voy a intentar juntar obra y hacer una exposición en Vitoria, en una galería no muy grande.

¿Cómo ve el panorama de la ciudad?¿Hay cosas interesantes?
Para ser una ciudad relativamente pequeña, se mueve bastante. También tiene todos los inconvenientes de una ciudad pequeña. Si entras en su inercia no sales de ella. Hay que romperla, pero, de vez en cuando, enseñar aquí lo que haces es casi obligado. Estás mamando ideas en este entorno y tienen que revertir en la ciudad. Aunque sólo sea a nivel espectáculo es casi obligado.

¿Cuál es su ritmo de pintura?
Me dan envidia los pintores que en tres horas hacen cuatro cuadros. Toda la tarde para alternar, hablar de arte, ir a inauguraciones. Yo estoy aquí todo el día dejándome las pestañas. Pierdes contacto, te quitas de cosas que podrían ir generando otras movidas.

La narratividad de sus cuadros les dará mil interpretaciones...
Como los libros. Hay tantas historias como lectores. Si pintas una manzana sobre un fondo negro, uno va a decir 'qué manzana más bien pintada', para otro 'representa el mito de Adán y Eva en el vacío cosmogónico', y a otro le recuerda la piel de su novia. Cualquier imagen puede sugerir. Una imagen vale más que mil palabras, pero también una palabra más que mil imágenes.

Y, como decía Machado, 'no hay que confundir el valor con el precio'...
La cita exacta es 'sólo el necio confunde el valor y el precio'. Y eso.

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