Foto: Yolanda Bilbao

jueves, 28 de octubre de 2010

'VISIONES DE LA REALIDAD'

'Visiones de la realidad' reúne obras de 20 discípulos de Antonio López

La Caja Vital expone la mirada realista hasta el seis de noviembre
TXEMA G. CRESPO - Vitoria - 10/10/2005
http://www.elpais.com/

Son los herederos de Antonio López o Carmen Laffon, de ese grupo de realistas formado alrededor de la Escuela de Bellas Artes de San Fernando que en la segunda mitad del XX establecieron un lenguaje propio en la figuración plástica. Se llaman Aquerreta, Lazkano, Marcote o Nicolau y mantienen una especial querencia por el hiperrealismo, como se puede comprobar en la exposición Visiones de la realidad, en la Caja Vital.

Marisa Oropesa, comisaria de la exposición que estará abierta hasta el seis de noviembre, ha seleccionado 20 artistas, entre los que destaca una significativa representación de la plástica vasca, con cinco pintores nacidos o afincados en Euskadi: Carlos Marcote, Jesús Mari Lazkano, Javier Hernández Landazabal, Clara Gangutia y Marina Gómez Madrid. Y un navarro, Juan José Aquerreta, abre la nómina alfabética. Este, precisamente, es uno de los que presentan un estilo más personal, marcado por una delicadeza extrema, que se plasma en unos cuadros en apariencia sencillos, pero que son fruto de una cuidada elaboración que lleva a que el espectador disfrute de la sensación óptica de que los objetos emergen del lienzo.

En general, las obras expuestas muestran un gusto por el detalle máximo, por llegar a la pincelada perfecta. En los temas elegidos, sin embargo, se observan unas diferencias más marcadas. Rafael Cidoncha, por ejemplo, lo mismo retrata sus estanterías repletas de papeles y libros que acude a la recreación, inspirada por Gauguin, de un jardín tropical. Cidoncha es un pintor intimista, que gusta de la recreación de la memoria, como Marina Gómez Madrid, manchega afincada en Vitoria, representada con unos cuadros que tratan de reflejar su tiempo personal, a través de periódicos, muñecas o detalles cotidianos de su propio estudio.

Luego están los que gustan de la recreación de paisajes arquitectónicos, como Carlos Díez Bustos, que prácticamente ha centrado toda su carrera en la recreación de arquitecturas urbanas, pintadas con una fidelidad extrema. Y las conocidas obras de Jesús Mari Lazkano, con sus interiores abiertos siempre a grandes ventanales en los que se ve el skyline de Nueva York. En la obra de Clara Gangutia se puede encontrar parte de ese interés por el entorno urbano, que en Pedro Moreno Meyerhoff es dominante: este pintor barcelonés está presente en la selección con dos crudos paisajes industriales realizados con una meticulosidad impresionante.
Carlos Marcote también quiso dejar para el recuerdo las famosas instalaciones de Sidenor, las otrora imponentes Forjas Alavesas, antes de que se derribaran, con un evidente e inevitable aire de nostalgia. Pero el pintor de Salvatierra es conocido sobre todo por su gusto en la recreación de la naturaleza, algo que también le interesa a César Luego o José María Mezquita, aunque este último elija en lugar de bucólicos paisajes norteños, la representación fidedigna de las raíces de los árboles. En general, si hubiera que caracterizar a estos pintores por las obras con las que acuden a esta colectiva es su nulo interés por la figura humana, salvo la contundente excepción de Javier Hernández Landazabal, que aporta dos contundentes retratos.


Saratxo, 2000 / Óleo s. lino. 162 x 130 cm.



Profeta de fin de siglo, 1996 / Óleo s. lino. 162 x 130 cm.








Nave de tierra adentro, 1996 / Óleo s. lino. 162 x 130 cm.



EL LOTO ROSA

Publicado el 18 Enero 2008
www.lacarceldepapel.com/.../loto-rosa/


P0RTADA (A partir de un fragmento de El loto rosa, 2007 / Óleo s. Lino / 73 x 54 cm.)
 

Libro fetiche como pocos, El Loto Rosa es una curiosa aproximación a la famosa creación de Hergé, primero desde el análisis más teórico, a partir de antiguos ensayos de Antonio Altarriba y, por otra, desde la ficcionalización de la vida de Tintín tras la desaparición de su creador. Dos opciones de homenaje que se acompañan de un apartado gráfico soberbio, la primera con ilustraciones de Ricard Castells, el gran creador cuyo triste hueco nunca ha sido cubierto en el tebeo español. La segunda, con pinturas del hiperrealista Javier Hernández Landazabal. Genios del pincel que bordan un trabajo espectacular para un libro de diseño atípico, a modo de flip-book alterado donde una parte se lee en formato vertical y otra en apaisado. Delirio de diseñador y dolor de cabeza de encuadernador que consigue un efectista resultado que aumenta todavía más la consideración de libro-objeto (al que sólo encuentro una pega: la reproducción de las ilustraciones de Castells se hace en tamaño excesivamente pequeño en algunos momentos).

De los textos teóricos de Altarriba poco se puede decir, más allá de su bien conocida sapiencia y lucidez, pero debo reconocer que me ha parecido todavía más interesante la ficción que los acompaña, una historia en la que Tintín baja de los altares de la historieta en una desmitificación en toda regla de un icono abandonado tras la muerte de su autor, pero que Altarriba se encarga de remitificar elevándolo a las alturas del mayor glamour, el de las estrellas de cine, haciendo que el otrora joven y pizpireta detective alcance la mayoría de edad, pero esta vez dejando el género aventurero para aventurarse en el negro. Reconvertido en una especie de Marlowe de flequillo rebelde, Tintín tendrá que lidiar con una investigación que nos lleva a las cloacas de Hollywood (sentinas, en este caso), que conseguirá que Tintín madure definitivamente. Un relato acertado, que con seguridad levantará las iras de los quisquillosos ejecutivos de Moulinsart. Lo que siempre es bueno.

J. HERNANDEZ LANDAZABAL (sus ilustraciones en el libro)


El loto rosa, 2007 / Óleo s. Lino / 81 x 60 cm.
 




La comunión del Grumete Haddock, 1995 /  Óleo s. Lino, 73 x 54 cm.
  



Hergé es su dios y Tintín su profeta, 1990 /  Óleo s. Lino / 191 x 88 cm.
 

Europa voyeur de oriente, 1991 /Óleo s. lino. 81 x 54
 




Historia póstuma de una nécora, 1991 / Óleo s. Lino / 70 x 60 cm.